El viento y el frío han acompañado la algazara benicarlanda, en la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, Madre y la Señora de la omnipotencia suplicante en su humildad de servicio. En la novena hemos gozado del colorido cordial que alumbra nuestros corazones. En su La vigilia hemos captado esa canción potente de la juventud, y en la despertá, con su hálito poético, danzante y musical, nos hemos encontrado con el alma y corazón benicarlando multisecular.
Generaciones que manifiestan su alegría por el gozo de tener tan especial madre. Por eso, uno decía que, si no habría una Madre en la religión católica, seguro que se tendría necesidad de inventarla. La Madre vuelve locos de amores a sus hijos y por eso danza, música, cantos, amistad, algarabía se entrecruzan en la despertá que es el prólogo del rosario de la Aurora, ese rosario que se entona en el mes de María (mayo) y en el del Rosario (octubre) que tiene su punto álgido en la romería a la Virgen de la Font de la Salut el primer domingo de octubre.
Que si Ella es la Madre que nos conduce a su hijo Jesús, pues se canta con piedad: Estrella y camino, prodigio de amor, de tu mano, Madre, hallamos a Dios. Y se sigue con aquello que hace realidad que todos los siglos te bendecirán: Todos los siglos están mirando hacia ti, todos escuchan tu voz, temblando en un sí, cielos y tierra se dan, en tu corazón, como un abrazo de paz, ternura y perdón.
Y cuando unos jóvenes se te acercan y preguntan quién es esa mujer que está en el altar lateral y que viste de azul, se le responde con la alegría y orgullo de sentirse hijo suyo: Le rinden honor la música y la luz, el mármol, la palabra y el color. María es esa mujer que desde siempre el Señor se preparó, para nacer como una flor en el jardín que a Dios enamoró. Y cuando alguien se te acerca a preguntar –¡qué pasa hoy! – por tanto enamoramiento de ella… Es más pura que el sol, más hermosa que las perlas que ocultan los mares, ella sola entre tantos mortales del pecado de Adán se libró. Y si te preguntan, el porqué y el para qué de tanta algarabía enamorada, se le responde también cantando: aunque parezcan tus pasos inútil caminar, tú vas haciendo caminos, otros los seguirán.
Por cierto, que esta mañana, al juntarse el coro que se ensancha y se adensa al son de la música he recordado mi primera vez que a lo siete años me sacó de la cama -eran las seis de la mañana- mi hermano Blas para subir al terrado y oír y ver cómo un grupo de enamorados cantaban: ¡Guardias, a la cita!, la Reina bendita, llamándoos está, venid presurosos y bienes copiosos su mano os dará. Era noche oscura. Esa poesía popular religiosa que resuena generación tras generación es una invitación al Rosario de la Aurora.
Uno se pregunta, si durante mi vida ha perdurado este acervo popular y eso me lo enviaba la generación de mis padres, y a estos los de mis abuelos… Cierto, esta poesía popular religiosa hunde sus raíces en la oscuridad de los tiempos.
Que uno se enamora de la belleza, ¿cómo no arroparse bajo el manto de la Virgen que es hermosa, que es Inmaculada, que el mismo Dios formó tanta beldad, te viste el sol, tus pies calzan la luna, tu sien de estrellas coronada está? Y cuando uno en su poquedad se ve necesitado, le pide con humildad y seguridad filial: ¡Ay, tiéndeme una mirada, de paz y amor llenaré el corazón, y por la fe que tu gracia me inspira ensalzaré tu pura Concepción! Y al estar disfrutando de tanta belleza materna uno ve en la Madre la expresión de lo que pueda ser mi entrega generosa a tan gran amor: Tomad Virgen pura nuestros corazones, no nos abandones jamás, jamás, no nos abandones jamás, jamás.
Y es así cómo se fragua a fuego lento de años y años, de siglos y siglos –también venideros- las estalactitas del corazón y alma benicarlanda: suba la Virgen Inmaculada himno que el cielo sólo inspiró y hasta la excelsa cumbre estrellada suban tus cantos Benicarló, suban tus cantos Benicarló. Y resuena en eco sonoro musical: mientras mi vida alentare todo mi amor para ti. Mas si mi amor te olvidare, Madre mía, Madre mía, aunque mi amor te olvidare tú no te olvides de mí.
Y conociendo nuestra ilusión enamorada y también nuestra sencillez y piedad gozosa, se reza: Madre, sólo soy el anhelo y la carne que luchan, Madre, tuyo soy, en tus manos me vengo a poner.
En los versos siguientes observamos que la despertà es el prólogo al Rosario de la Aurora, llamado así por: Ya por el Oriente la aurora esplendente risueña y gentil, su faz bella ostenta y la noche ahuyenta con soplo sutil. Y canta alegre una invitación incisiva al rosario mañanero: Levántate fiel cristiano que ya llega la mañana, levántate que la Virgen para el Rosario te llama. ¡Venid, cristianos, venid que ya el Rosario va a empezar!
Este tipo de poesía popular y cantada es vital, escurridiza y ágil como una liebre. Igual aparecen nuevos testimonios, como desaparecen versos, precisamente por no estar contabilizados. Lo suyo es chorro de libertad. Y si no, que se lo pregunten a Menéndez Pidal y al profesor Blecua que con tanto ahínco y trabajo lograron compendiar fragmentos de la poesía popular en la geografía española. El alma y corazón de cada pueblo, eso, nos toca a nosotros vivificarla, vivirla y mostrarla a nosotros mismos. Es el regalo de nuestros antepasados. Y tanta hermosura va acompañada de la música y la danza y… de la chocolatada popular. Gracias a tantos enamorados de este acervo cultural y vivificador de Benicarló. Es una gozada.