Antonio: Como todos lamento tu marcha cada uno lo hace según la vinculación que le ha unido a ti, unos por lazos familiares otros por amistad…
Mis sentimientos son en estos momentos como de pérdida, pues siento que se me van rompiendo los eslabones que me unen a mi infancia; han marchado nuestros respectivos padres que les unía una muy buena vecindad y por supuesto una gran amistad.
Esta acuarela la pinté como un homenaje a la labranza de los campos de cultivo, tarea cotidiana de nuestros padres y esporádicamente de la nuestra.
Nuestras cenias lindaban una con la otra, se intercambiaban herramientas y se prestaban ayuda en las labores del campo.
Hasta mis 12 años tu y tus hermanas: Lourdes +, Mari y tu hermano José, erais como los hermanos que en aquellos tiempos yo no tenía. Recuerdo nuestras incursiones al Barranquet pues era un lindero vuestro, a conquistar territorios a los enemigos que vivían en nuestra imaginación y plantábamos banderas en las laderas conquistadas. Como no teníamos televisión nos inventábamos las hazañas. Eras el mayor, dos año más que yo, y como te correspondía por edad nos capitaneabas.
Me vienen a la mente lo que llegaban a maravillarme las luciérnagas cuando después de cenar íbamos a hacer la velada con vosotros, no las he vuelto a ver.
Y un momento álgido de nuestra convivencia eran las tardes veraniegas de los domingos. Tu padre y el mío tenían por costumbre bajar al pueblo a cortarse el pelo o afeitarse a la barbería los domingos por la mañana y regresaban con una gigantesca pieza de hielo envuelta en un saco atada al porta-paquetes de la bicicleta. Por la tarde, con una heladera manual, nos hacían horchata. ¡Un verdadero lujo! Pues en aquellos años, finales de los años cincuenta no teníamos frigoríficos. Gozábamos de estos momentos como si fueran los únicos deleites que existieran en el universo. Éramos felices.
Aquellos recuerdos se van desdibujando pues han marchado los protagonistas, tus padres: Antonio y Antonieta; los míos: Agustín y Paca; tu hermana Lourdes i ahora tú, Antonio, es como perder la consistencia de los recuerdos más inocentes y tiernos de nuestra infancia.
Fue bonito vivirlos y ahora también el recordarlos aunque fueran efímeros, pero algo han dejado en nosotros que nos acompañará hasta el final del camino.
