Y también, como cada año, el pueblo rinde homenaje a todos aquellos que les precedieron en este camino de la vida caduca, terrenal. Siempre caminamos hacia un punto. En la tarde del día 1 de noviembre, festividad de todos los Santos, ya se reza por los difuntos. Y se termina el rosario -que se reza una parte de los misterios en el cementerio; otra en San Bartolomé y otra por la calle- con las coplas cantadas por las benditas almas del Purgatorio. La melodía es muy pegajosa, popular con ritmo binario en donde se destaca la petición de “que Dios las saque de penas/y se las lleve a descansar”. En el texto de las coplas se destaca el sabor de la bonhomía de los vivientes al mostrar su deber: “Por las pobrecitas almas/todos debemos rogar”.
Se manifiesta la necesidad de orar por ellas: “Entre aquellas miserables/hay una suma pobreza/que al partir de este mundo/ nos dejaron sus riquezas/ y en nosotros tal torpeza/que nadie quiere rogar/.
Y se apela al sentimiento de amistad, de familia: “Allí tienes a tus padres/madres, hermanos y abuelos/ conocidos y compadres/amigos y bisabuelos/sin alivio ni consuelo/por no quererse acordar.”
Y finaliza con la copla: “Solas, tristes y afligidas, /Dios os quiere consolar,/ pues estáis en gracia unidas /Él os lleve a descansar./ remachado con el estribillo que cierra cada una de las coplas: “Por las pobrecitas almas/todos debemos rogar.”
En ellas topamos y reflexionamos con las postrimerías de la vida: ¿Qué sucede cuando morimos? Aquí se hace hincapié con la verdad del Purgatorio, como un paso hacia el Cielo, donde quienes allí están no cuentan con otra ayuda que la de sus familiares y amigos. De ahí esta bella costumbre, anclada en el tiempo, en la poesía popular benicarlanda, para seguir ayudando por medio de la oración, por medio de la santa Misa ofrecida con su valor infinito y acompañada de algún sacrificio. Desde luego, con sólo pisar el cementerio, uno ya entra en esta nueva realidad de la vida.
Asistimos a este acto-recuerdo llenos de fe y agradecimiento a quienes convivieron con nosotros. La vida es un bellísimo don regalado por Dios para que haciendo un buen uso servicial de ella podamos alcanzar la meta soñada del cielo. Y es que la persona ni cabe siquiera en las coordenadas del tiempo, ni en las del espacio. Somos siempre extranjeros que añoramos la morada más allá donde se vive para siempre. En la poesía española encontramos una definición de la persona con este verso tan plástico: tú eres tu propio más allá. Vamos camino hacia el sin tiempo del cielo. Entre quienes estamos acá y quienes ya han traspasado el límite del tiempo se entabla una conversación amistosa y entrañable. Y el Purgatorio es el lugar donde se purifica el alma para entrar con la vestidura blanca al convite preparado por Dios para gozarle para siempre, para siempre.