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Entrevista a Javier Castán, bisnieto de Cándido Castán San José

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Va flotando una canción

que el aire lleva en sus alas.

Con motivo de la celebración de los diez años de la beatificación de Cándido Castán San José, junto a los 22 mártires oblatos de Pozuelo, hemos entrevistado a su bisnieto Javier Castán que con sus 19 años estudia la carrera de Periodismo en la Universidad Jaume I. Acudió a la cita con el libro El sueño de las espigas de David López Moreno, que se presentó espléndidamente, en la parroquial de San Bartolomé como uno de los actos preparados, el pasado fin de semana del 19 de noviembre de 2021. Y en el libro ya llevaba su señal donde queda escrita la poesía del también Beato Serviliano Riaño, martirizado a sus 19 años, del que se ha tomado el título del libro.

Manolo. – Mira, Javier, ¿cómo se ha afincado tu bisabuelo en tu vida?

Javier. -Poco a poco. Primero por el ambiente de mi familia –sobre todo de mi abuelo José María- que me han ido contando los acontecimientos del beato; después el viaje a Madrid con motivo de la beatificación donde me di cuenta de que algo muy grande sucedía en mi familia; y ahora en la presentación del libro he profundizado más en el conocimiento de su figura y he decidido contar más, en mi vida ordinaria, con su ayuda. Cada día, un nuevo descubrimiento.

Manolo. – Ya sabes, Javier, que desde el primer siglo del cristianismo tenemos textos como el de san Ignacio de Antioquía, cuando le condujeron al Coliseo para ser triturado por los leones: «Yo quisiera ser molido como el trigo para ser ofrecido a Vos como hostia pura…»

Javier. – En el poema leemos:

En el molino del río

sacad harina nevada

y ofrendádsela a Jesús

para la cena del alba.

Cuando hago oración y medito su martirio me pregunto sobre el sentido de mi vida. Porque cada uno tiene su camino. Encontrarlo y, luchando, llevarlo a cabo es una difícil tarea que debemos realizar todos.

Manolo. – ¿Quién era tu bisabuelo?

Javier. -Una persona normal, casada con hijos, que trabajaba en los ferrocarriles y estaba muy comprometido y coherente con la vida de la Iglesia. Cuando fueron a buscarle en su casa de Pozuelo había finalizado el día revisando los billetes de Madrid-Segovia. No se quedó escondido fuera de su casa porque él decía: si no he hecho nada malo, ¿por qué me tengo que esconder?

Manolo. – Seguro que la vida de tu bisabuelo la encierras en estos versos esperanzadores y proféticos:

Ya están las mieses maduras

y las espigas, doradas.

Javier. – La vida está llena de acontecimientos, de problemas, de enfermedades… de momentos difíciles que no entendemos, pero de los que podemos sacar cosas buenas. Y después de estas dificultades, se puede llegar al cielo. Él conjugaba su trabajo con el compromiso de alimentar la dignidad de las personas con las que convivía. No fue político, sino una persona comprometida con el mundo del trabajo. Llegó a ser concejal del Ayuntamiento de Madrid. Y mientras lo fue, siguió trabajando en su empresa.

Manolo. – Su vida está muy detallada en el libro. ¿Crees que llega un momento en que todo corre de carrerilla, como un río caudaloso y anchuroso?

Javier. Pues sí. Mi bisabuelo encontró la paz en muchas circunstancias de su vida, pero sobre todo en el momento en que más la necesitaba. Cuando aceptó el don de Dios de ser consciente de que su vida en la tierra estaba ya a punto de terminar. Siguió con la preocupación de tener que dejar a su familia desprotegida, de que su trabajo en la formación de sindicatos de trabajadores católicos se esfumaba, de que todo se le venía abajo, pero con el don de la paz, esa paz que regala el Espíritu Santo en medio de las tormentas durísimas de la vida. El torbellino lo remueve todo, pero tú estás en manos de Dios y él sabe más. Es el último trecho del camino para entrar en el gozo del Señor.

Manolo. – ¿Algo que te ha llamado la atención en esa fase en que estás ahora del conocimiento de tu bisabuelo?

Javier. – Como le he dicho, era una persona normal, dedicada al bien de su familia, trabajador con eficiencia y dedicación a las personas. Tenía una capacidad explosiva de saber estar con la gente. Él pertenecía a la Acción Católica y al grupo de la Adoración nocturna. Y cada mes asistía puntualmente al ejercicio de acompañar a Jesús sacramentado. Y cuando ya se trasladó a Pozuelo, -no había Adoración Nocturna ahí- no pudo seguir cumpliendo con su deber de amor y solía ir a la parroquia de Pozuelo cuando regresaba de su trabajo para estar unos momentos con el Señor.

Manolo. – ¿Nada más?

Javier. – Bueno, me hubiera gustado escuchar el diálogo que expresaban sus ojos y corazones cuando, ya conducido por la calle por los asesinos, se encontró con su esposa Paquita que regresaba de la compra. ¡Qué cosas no se dijeron en el silencio de la palabra! De hecho, a la mañana siguiente su esposa llevaba prendas y comida para su marido, pero al llegar ya no estaba y ya había sido sacrificado en oblación de amor durante la noche.

Manolo. – ¿Te sientes, en estos momentos, ya querido y protegido por tu bisabuelo inscrito ya en el libro de la vida?

Javier. Le pido el don de la paz con la que él terminó su carrera por la tierra, pues me siento atosigado cuando tengo que preparar exámenes, tener que hacer varias cosas a la vez, hacer la vida agradable en mi familia y entre mis compañeros de estudios. Y le pido que sienta y tenga la necesidad de hacer ratos de oración, centrarme más en ayudar a los demás. Me gustaría tener más presente al Señor y visitarle más en el Sagrario. Soy consciente de lo ingratos que somos al ofenderle constantemente, a pesar de su amor y del gran sacrificio que hizo para salvarnos. En esto sí le quiero imitar para llegar a realizar mejor mis tareas. De estar en la compañía de Jesús, veo que uno siempre sale beneficiado.

Manolo. – ¿Cómo ves el sufrimiento? ¿Es algo inútil? ¿Algo forzado?

Javier. –Sufrir no es agradable. A nadie le gusta. Pero el dolor es compañero de la vida. Viendo a mi bisabuelo, me doy cuenta de que su sacrificio no fue en vano, que dio fruto. Mucha pasión, constancia, esfuerzo por fundar sindicatos, por crear escuelas, bibliotecas, lugares de formación, por vibrar ante el servicio a los demás de una manera desinteresada, superar la grave enfermedad antes de su casamiento, escuchar susurros y atropellos de muerte, traslados continuos de casa… todo ello ha quedado coronado por el gozo de vivir ahora por toda la eternidad junto al Creador. Pienso que el dolor es una semilla con gozo eternal y que, de todo dolor, muchas veces incomprensible, brota la semilla de la vida eterna.

Mire, quiero finalizar con los versos del poema que tanto me gusta. Me gustaría pasar por esta vida haciendo el bien, como nos enseñó Jesús y siguiendo el ejemplo de mi bisabuelo.

Por eso crecen hermosas,

por eso suben tan altas,

soñando todas con ser,

el Blanco Pan de las almas.

¡Que eso sueñan las espigas

bajo la noche estrellada!

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