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Inclusión sin accesibilidad, no es inclusión

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  • Con piernas que ruedan, Manolo Celma Campanals

El pasado 23 de diciembre de 2025 se celebró en Vinaròs el Festival de Navidad de la Escuela de Canto y Artes Escénicas CANTEM, dirigida por Olga Colicova. Participé en el acto con la ilusión de hacerlo como cualquier otro integrante del coro. Sin embargo, una vez más, la realidad me recordó que hablar de inclusión sin garantizar accesibilidad es, sencillamente, un engaño.

El escenario instalado en la plaza de la Mera solo contaba con escaleras a ambos lados. Ninguna rampa. Ningún acceso alternativo. Ante esa situación, estuve a punto de marcharme. No lo hice gracias a la sensibilidad y previsión de la profesora, que había preparado los micrófonos para que pudiera cantar desde abajo del escenario junto a mis compañeros.

Aun así, la experiencia fue amarga. Las voces estaban divididas: unas arriba y otras abajo. Mis compañeros masculinos, en un gesto de compañerismo y dignidad que quiero destacar, decidieron cantar conmigo a pie de escenario. Un ejemplo de humanidad que contrastó dolorosamente con la falta de previsión institucional.

Llevo muchos años luchando en Vinaròs por la eliminación de barreras arquitectónicas. Y aquel día sentí cómo algo se rompía por dentro. Porque seguimos escuchando grandes discursos sobre inclusión, mientras las personas con discapacidad seguimos encontrándonos con obstáculos que nos excluyen de la vida cultural, social y comunitaria.

Después llegan las quejas: que si las aceras están en mal estado, que si los coches aparcan en los pasos de peatones, que si determinados espacios no son accesibles. Todo eso no son detalles menores, son vulneraciones de derechos. Derechos reconocidos por ley, pero ignorados en la práctica.

Por eso quiero dirigirme directamente a los responsables políticos y técnicos del área correspondiente: es hora de mojarse de verdad. No con palabras, no con campañas, sino con hechos. Con escenarios accesibles, con espacios públicos pensados para todas las personas, con una planificación que tenga en cuenta a las personas con discapacidad desde el inicio y no como un parche de última hora.

Las personas con discapacidad y movilidad reducida no pedimos privilegios. Pedimos igualdad. Pedimos poder acceder a todos los espacios como cualquier ciudadano y ciudadana.

A veces uno se pregunta si sirve de algo seguir alzando la voz. Tras muchos años reivindicando accesibilidad, la sensación de cansancio y decepción es inevitable. Pero el silencio nunca ha sido una opción. Porque cada barrera que se mantiene en pie es una exclusión más.

Y eso, en pleno siglo XXI, debería avergonzarnos como sociedad.

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