Una celebración sentida y emotiva en la que fue su parroquia durante sus 21 años de sacerdocio. Luego continuaría su trabajo sacerdotal en la caldera climática del Delta del Ebro, montaña morellana del Alt Maestrat y vuelta al azul mediterráneo de Peñíscola. Antes, Cinctorres donde nació el 13 de junio de 1948 bajo la protección de la Mare de Déu de Gràcia y después, ya bajo la protección de la Cinta, en Tortosa, donde entregó su vida sacerdotal al Padre Consolador el 22 de mayo de 2024. Heme aquí porque me has llamado y voy de entrega de mi vida entera, con un corazón siempre traspasado del amor, de donde brota el agua símbolo del bautismo para entrar en la familia de Dios; sangre, símbolo de la Eucaristía que fortalece nuestro día a día y símbolo de la entrega total del corazón sacerdotal, tal cual me lo pides. En ese camino de la entrega, sucedió a la vuelta de un viaje a Roma acompañando a feligreses de Benicarló, en la misa mañanera de las 7, cuando nada más pronunciar las palabras de la consagración se derrumbó de golpe. El médico que asistía, D. Josemaría Febrer se levantó raudo del reclinatorio y le puso los pies en el altar.
Poquito a poquito se fue restableciendo. Aquello no era más que una consecuencia de haber pasado varios días más pendiente de los romeros y de haber descansado muy poquito. Era consecuencia de “la enfermedad del amor”, de estar al servicio de los demás en esta iglesia diocesana. En esa ocasión también apareció mosén Gellida que abandonó con rapidez el confesonario y pregunta al monaguillo que dónde se había quedado en el desarrollo de la liturgia de la misa. Y con piedad sacerdotal recobró la liturgia y la finalizó con la dignidad enamorada y respetuosa.
En la misa de acción de gracias de esta tarde del 7 de junio 2024 fueron muchos los testimonios que contaron sucesos que les ha influido en su vida de piedad, en su vida de familia. La iglesia es una gran familia donde aparecen abundantes dones del Espíritu Santo. Pasamos las personas, pero queda el fruto de esas personas que han hecho de su vida una entrega sacerdotal total y completa. Un sacerdote es una pasada del amor del corazón de Jesús entregado que, con su palabra, su entrega, sus fallos, su disponibilidad las 24 horas del día va encendiendo esos cirios que rompen las tinieblas de la vida con las que tenemos todos que luchar. Son esa luz de Jesús, luz del mundo que tantos momentos amargos los convierten en gozo. La vida sacerdotal es vida que afina los corazones.
Lo más hermoso del camino sacerdotal es ese comenzar, recomenzar y, en el examen de la noche, saborear ese aquí estoy, Señor, esta vez con muchos fallos, pero con el corazón enamorado de nuevo para que te hagas poseedor de mi vida entregada. ¡Ayúdame!
Ese hacer tu voluntad, ese parecerme cada día más a Ti es mi vida y lucha de cada momento siempre en tu presencia. Cal que deixe la meua casa i prenga el bastó para caminar por veredas oscuras, por donde tú me acompañas siempre. Lo que me importa es estar siempre pegado a Ti en el silencio de mi vida, lo demás ya me dijiste que me lo darás por añadidura: sí, el ciento por uno acá y, después, la vida eterna. Yo me fío de tu palabra, porque sé que tú estás conmigo y nunca me fallarás. No me importa más que estar contigo porque así estoy siempre con la familia de la Iglesia, tu familia, la familia de mis parroquias donde camino siguiendo tus pasos.
¡Cómo sentí tu pulso enamorado cuando te dijeron: ¡hoy, el sermón del viernes santo, te toca a ti, Joven sacerdote! De manera apurada, disfrutó adentrándose en el corazón traspasado del Redentor. Y desde esa cueva divina ibas desgranando los amores y quereres de un corazón enamorado y traspasado que, sin cesar, emana y fluye entusiasmado por dar de beber a los corazones sedientos de la familia parroquial. Heme aquí mi Señor, enséñame para que la vida de la gracia crezca y recrezca en esta porcioncita que me has regalado. Lo que tú quieras y ¡lo puedes todo!
Como síntesis de todos los testimonios: se trata de seguir los pasos de Jesús crucificado y resucitado, ni más ni menos como lo hizo el “jovenet” como así llamábamos cariñosamente a Mosén Ricardo desde que comenzó su labor sacerdotal en Benicarló. Descanse en paz para siempre, para siempre, para siempre. Regocíjate en los brazos de Jesús y de tu madre la Mare de Déu de Gràcia.
Descansa en la paz del Señor.