Benicarló alimenta sus tradiciones religiosas año tras año. En el acervo cultural bullen y rebullen acciones de sus antepasados, acciones que se revitalizan porque regalan a la vez la paz y la alegría. La paz que el Señor da una y otra vez a sus discípulos, esa paz que cuesta conquistarla y gozarla, esa paz que entona la Señora de la vida y de la historia a su Señor por la vida que nos ha regalado, por esa creación que año tras año crece y se reviste de hermosura para alegrar a los que habitamos en este planeta tierra, que vamos con paso gozoso porque hemos sido creados para la felicidad y para lograr regresar allí de donde procedemos.
¿Y el sufrimiento que por doquier aparece? En este mes de mayo ponemos la mirada hacia la biografía de la cruz y de la resurrección al contemplar los misterios del rosario, y con asombro observamos que el sufrimiento está anclado en el amor. ¿Amas? Pues sufrirás. ¿Sufres? Pues tienes la puerta abierta y fecunda para el amor. Decía un joven: es que a mí no me gusta sufrir, no lo quiero ni ver. Y otro le contestó: Pues yo he aprendido en el hogar cálido y familiar de la Iglesia que Jesús -el crucificado-, que la Madre –la dolorosa- han roto las barreras del miedo al dolor, porque su amor es tan grande, tan grande que sobrepasa con creces todo aquello que tenemos por doloroso y sufrimiento. El amor es ingrávido, alado, creador, taumatúrgico. Quien ama ya sabe que sus ruedas son chirriantes, doloridas, pero que siempre entonan la sonata fascinante de la alegría del cielo. A más amor, más dolor purificado. Y el amor en este mes de mayo a María, la Señora de la vida, la de la luz inmarcesible, la del cariño desbordante, la llena de gracia, entreabre los horizontes de la felicidad. Por las rendijas del dolor se abren esas rendijas que colman de paz la vida terrestre. Cuando se ama, cualquier acto dolorido es una canoa rápida que nos conduce por el hermoso oleaje de la belleza innúmera. Amar siempre tiene motivos para vibrar de alegría en cualquiera de los momentos duros de la vida. Por eso, durante estos domingos de mayo hemos asistido gozosos al Rosario de la Aurora, aurora que siempre nos regala a Jesús al contemplar su biografía.
Por eso cantamos gozosos las glorias de la creación a su Creador, por esta primavera mayera y las glorias de María, Madre que siempre pendiente está de nuestras necesidades y nuestros ratos de tristeza. El mensaje de María es que hemos nacido para amar y, por tanto,ser felices. Nosotros continuamos con esta bella tradición para que todos oigamos y saboreemos que en medio de las fatigas hay una luz que se llama María.