Maravillosa velada cantando a Nuestra Señora de la Asunción. Hermosa, por los piropos y peticiones que se elevaron hacia el trono maternal de María; dichosa, porque sus hijos están contentos de acompañarla; entrañable, porque cada uno experimentaba una sensación de estar tan bien protegido por tal madre regalada por Jesucristo en la misma cruz; cariñosa, porque todos salimos con ganas de mejorar esta velada dedicada a la que creyó que todo lo dicho por el ángel en la Anunciación se realizaría en su vida; feliz, sí muy feliz, porque muchos hicieron suyo ese cántico de Dante en la Divina Comedia a tran excelsa Señora; familiar, entrañablemente familiar, porque se le atribuía a la Señora sus regalos y dones en el difícil caminar por la vida; y esperanzada, muy esperanzada, sí, porque ella nos ha mostrado el camino seguro del cielo: nuestras vidas tienen el sentido de ser amados y queridos hasta el extremo por tal Madre, por tal Hijo y por Dios.
Corremos todos por la vida, cada cual, con sus circunstancias, siempre a la sombra dichosa y protectora de María que ha vencido todos los obstáculos y los ha convertido en peldaños luminosos hasta llegar y escalar la meta del cielo. La vida es lucha, sí, pero alentada por la mirada agraciada de la Virgen de la Asunción.
